Las nuevas políticas bajo la iniciativa “Make America Healthy Again” (MAHA) restringirán los beneficios de SNAP en 18 estados, limitando las compras de refrescos, dulces y otros artículos considerados no saludables. Los cambios, aprobados por el USDA, afectarán a aproximadamente 14 millones de estadounidenses a partir de 2026.
Las nuevas restricciones
A partir del 10 de diciembre de 2025, a estados como Arkansas, Colorado, Florida, Hawái, Idaho, Indiana, Iowa, Luisiana, Misuri, Nebraska, Dakota del Norte, Oklahoma, Carolina del Sur, Tennessee, Texas, Utah, Virginia y Virginia Occidental se les han concedido exenciones para implementar estas restricciones. Los detalles de lo que constituye “comida chatarra” variarán según el estado, pero el objetivo general es desalentar la compra de bebidas azucaradas, dulces y postres procesados con beneficios SNAP.
El fundamento de los cambios
La Secretaria de Agricultura, Brooke Rollins, afirmó que las nuevas políticas se alinean con el objetivo del presidente Trump de restaurar SNAP a su “verdadero propósito: la nutrición”. La administración enmarca esto como un paso hacia revertir la epidemia de enfermedades crónicas, argumentando que incentivar opciones de alimentos más saludables mejorará la salud pública.
Los gobernadores estatales se hacen eco de este sentimiento. El gobernador de Dakota del Norte, Kelly Armstrong, prevé que su estado se convierta en “el más saludable de la nación” mediante las restricciones del SNAP, mientras que el gobernador de Carolina del Sur, Henry McMaster, califica las prohibiciones como un “enfoque de sentido común” para maximizar el valor del dinero de los contribuyentes.
El costo humano
El impacto sobre los receptores tiene menos que ver con las políticas y más con la realidad. Un voluntario de una despensa de alimentos recuerda que un cliente le explicó que los beneficios de SNAP eran la única manera de poder pagar un pastel de cumpleaños para el quinto cumpleaños de su hija. Estas restricciones eliminan esa opción, lo que obliga a los destinatarios a priorizar la supervivencia sobre los momentos de alegría.
La comida no es simplemente sustento; es un lubricante social, un marcador cultural y, a menudo, central en las celebraciones. Para las familias de bajos ingresos, los beneficios de SNAP pueden marcar la diferencia entre un simple regalo y un hito perdido.
Una pregunta más amplia
El momento y el alcance de estos cambios plantean interrogantes sobre la equidad. ¿Por qué seleccionar a los beneficiarios de SNAP cuando existen desafíos de salud social más amplios? Imponer restricciones adicionales a una población vulnerable se siente menos como una solución holística y más como un gesto simbólico. Si el objetivo es mejorar la salud estadounidense, pueden ser necesarios cambios sistémicos más allá de las prohibiciones de SNAP.
Estas restricciones representan un cambio en la forma en que el gobierno ve SNAP, yendo más allá de la simple asistencia alimentaria hacia un enfoque prescriptivo de la nutrición. Queda por ver si esto conducirá a verdaderas mejoras de salud o simplemente marginará aún más a los beneficiarios.



























